A lo largo y ancho de toda la historia que nos es conocida y pública -tengo que decir que hay una gran parte que se nos ha ocultado de forma deliberada-, absolutamente todas las élites han puesto especial celo e interés en ejercer un control férreo y absoluto sobre la energía mental de la población. Por este motivo, el dominio mental y el poder absoluto son la misma cosa.
Las religiones han jugado un papel fundamental para este fin, como también y hasta no hace mucho, el miedo y la tortura física por parte de numerosos gobiernos. Con el paso de los siglos, estas técnicas se han depurado. Hoy, las élites tienen a los medios de comunicación, el entretenimiento de masas y los medios tecnológicos para cumplir ese cometido. Tanto antiguamente como en nuestra época, aquel que osa levantarse contra las ideas implantadas y preestablecidas es eliminado, duramente castigado, repudiado o sometido.
En la historia, podemos encontrar numerosos ejemplos de ello. El imperio romano basaba su control en pan y circo. Los imperios nacidos con el islam o el cristianismo se fundamentaban en el miedo al castigo tanto físico como celestial. La tradición hebrea, además del miedo, inteligentemente usó también el poder material y el dinero.
Más recientemente, en el siglo XX, tenemos tres ejemplos clarividentes. Uno de ellos es la implantación del comunismo en numerosos países. Echando un vistazo a la hemeroteca encontramos algunas frases de algunos de sus principales líderes que nos indican el camino que deseaban seguir.
Recurriendo a Lenin nos encontramos que emitió juicios como: “Es cierto que la libertad es algo precioso, tan precioso que debe ser racionada cuidadosamente”. O “Salvo el poder, todo es ilusión”.
Su camarada Iósif Stalin también nos dejó algunas frases para la posteridad: “No tienen que dar las noticias, sino educar a las masas” (dirigida a los periodistas). O bien, “Las ideas son más peligrosas que las armas. Nosotros no dejamos que nuestros enemigos tengan armas, ¿por qué dejaríamos que tuvieran ideas?”
El segundo ejemplo lo encontramos en el nazismo alemán. Adolf Hitler se apoyó en su ministro de propaganda Paul Joseph Goebbels para adoctrinar y dirigir toda la información. Goebbels era un maestro en su trabajo y estoy seguro de que muchos gobiernos actuales y agencias de márquetin siguen utilizando sus enseñanzas. Los resultados de estos adoctrinamientos son de sobras conocidos: guerra, muerte, odio y destrucción.
Extracto del libro Matrix distópica. La verdad es políticamente incorrecta.