Cuerpo astral y ego

El ego podemos definirlo como la identificación que tenemos los seres humanos sobre nosotros mismos y que nos da los
rasgos principales de nuestra personalidad. Nos es bastante útil
en nuestras tareas cotidianas. Se relaciona con la parte práctica
de nuestra mente.
Un ego desmedido, distorsiona el funcionamiento normal
de los caracteres de una persona. Puede llevarla a intentar conseguir metas en su vida que tienen que ver muy poco con lo que
es su esencia. Es bastante común observarlo en personas que
buscan desesperadamente el reconocimiento. Necesitan ser reconocidos por su trabajo, por su forma de ser, por su talento, por
sus relaciones personales, por su belleza o por ser excelentes
padres.
En muchas ocasiones es debido a que la persona, en un
momento dado de su vida, ha sufrido carencias emocionales importantes y las intenta cubrir de este modo. Estas carencias han
dejado una secuela importante en su cuerpo energético astral,
que empuja al ego a comportarse de esa manera.
Los diferentes traumas que solemos atravesar las personas
se quedan grabados en el cuerpo astral, como si se tratarán de
surcos en un antiguo disco de vinilo. Estos traumas suelen quedarse en la parte más escondida de nuestra mente, el subconsciente. Aunque aparentemente parece que no existan, están vigentes y aparecerán en un momento u otro de la vida, obligando
a la persona a actuar de una determinada manera, aunque sea
en contra de sus intereses.
Poseer un cuerpo astral en unas condiciones aceptables es
una tarea difícil hoy en día, pero para encontrarnos en un estado digno de vida se hace imprescindible. La razón es simple, el
cuerpo astral es el encargado de metabolizar y administrar las
emociones junto con el tercer chakra. Todos los seres humanos
sufriremos en algún momento emociones negativas y estados
de ánimo bajos o muy bajos. Ante diferentes traumas que cual-
quier ser humano atraviesa en su vida: la muerte de un ser querido, una ruptura de pareja, un despido laboral … atravesar estos
estados es inevitable. Por suerte o por desgracia, los hechos se
desvanecen, los estados de ánimo permanecen.
El cerebro se encarga de estimularlos creando unos neurotransmisores e inhibiendo otros, que perpetúan ese malestar y
se cronifican llevándolas a los desajustes que están tan de actualidad en nuestros días: depresión, ansiedad, culpabilidad, apatía, desgana por vivir, y en ocasiones más graves, suicidio.
Más adelante pondré luz en estos aspectos, contribuyendo
y aportando diferentes soluciones a estos problemas.

Extracto de LA luz contra la oscuridad: El Poder de tu Energía vol. II

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