La realidad que impera en el universo es que todo está
compuesto de energía. Este paradigma se explica desde la física
cuántica y contiene varias paradojas. Una de esas paradojas es
que la energía se puede comportar como una onda o como una
partícula, que es lo que le ocurre a la luz, por ejemplo. Dentro
de nuestros cuerpos físico y mental encontramos esta paradoja.
Por un lado, estamos formados por una estructura física. Tenemos órganos, músculos, huesos… Esta estructura entraría dentro de la materia, de las partículas. Por otro lado, tenemos pensamientos, ideas o sentimientos, una energía mucho más pura y
sutil que se comporta como una onda, y que tiene una influencia
determinante sobre nuestro cuerpo físico.
Los seres humanos poseemos una densidad material elevada y la materia tiene una frecuencia energética vibracional baja.
Cuanto más baja es una frecuencia vibracional, su tendencia es
a densificarse y a manifestarse como materia. Ese es el principal
motivo por el cual tendemos a densificarlo todo, a que se vuelva material, cuando la realidad es que hay multitud de energías
que no podemos ver, ni tocar. Vivimos rodeados de energía y
nosotros mismos somos energía.
Extracto de el libro La luz contra la oscuridad: El Poder de tu energía vol. II.