El final del ciclo que estamos viviendo se caracteriza por la incertidumbre, que nos hace ser desconfiados. La mayoría no es capaz de entender lo que pasa en el mundo. Y no lo entienden, no porque no haya información, sino justamente, por lo contrario, estamos inundados de información. Como apunta el escritor Yuval Noah Harari “En un mundo lleno de información no relevante, la claridad es fuerza”.
Antes de la llegada de la pandemia, lo que triunfaba
era el exceso de positivismo, término que se encargó
de viralizar el expresidente norteamericano Barak
Obama con su famoso Yes, we can. Las librerías están
llenas de libros de autoayuda, algunos rigurosos y otros
que favorecen un falso positivismo, plagados de eslóganes vacíos. Este exceso de positivismo produce individuos fracasados, agotados y depresivos. La gente
piensa que está realizándose, cuando lo que está haciendo es autoexlotarse. No hace falta que ninguna
élite venga a hacerlo, las personas entran en ese juego
ellas solas.
La aceleración del ritmo de vida es otra característica fundamental para entender a la sociedad. Nunca
habíamos vivido de una manera tan frenética. Hace 25
años no sabíamos lo que iba a pasar dentro de 10, pero
sí existía una estabilidad en el día a día y se podían hacer
planes a medio plazo. Esa capacidad de predicción ha
volado por los aires. Actualmente, las circunstancias
pueden cambiar drásticamente de un día para otro. Nadie sabe a ciencia cierta cómo será el mundo en cinco años.
Las pantallas han pasado a formar parte de nuestras
vidas: televisión, teléfono, ordenador, videojuegos o tablet. Sutilmente, con las chorradas que vemos todos los
días, moldean nuestra forma de pensamiento. No hay
nada de lo que veamos que sea inocente. Cada película,
serie, informativo está impregnado por el mensaje del
poder establecido. Sin percatarnos de ello, creemos que
la vida es así y, mientras tanto, las élites nos inoculan
los valores que les interesan. Debemos preguntarnos si
nuestros valores son nuestros o prestados e interesados. Estamos asistiendo a la aniquilación de los valores
personales y de la sociedad a favor de la tecnología.
Extracto del libro Matrix distópica, la verdad es políticamente incorrecta.