La crisis sanitaria provocada por la Covid-19 ha
puesto de manifiesto cómo un estado denominado democrático puede llegar a convertirse en totalitario por
el supuesto bien de toda la sociedad aplicando medidas
restrictivas y limitando las libertades de sus ciudadanos.
No ha ocurrido en un país aislado. Ha sido un experimento en el que ha colaborado gran parte de la humanidad, con o sin su consentimiento.
La realidad es que el ciudadano normal cada día importa menos, lo único importante es que vaya a votar
cada cierto tiempo, para que la farsa democrática siga
su curso, las élites consigan sus objetivos y el grueso de
políticos nacionales y de la Unión Europea tengan
unos buenos sueldos. Creo que, de seguir esta peligrosa
inercia, pronto las democracias se convertirán en totalitarias, aunque con la etiqueta de “democráticas”, porque podrás ejercer tu derecho al voto.
Pongamos el ejemplo de la famosa vacuna de la Covid-19. En estados totalitarios como China es obligatorio ponerse esta vacuna. ¿Puede ser obligatoria también
en los estados democráticos? Se intenta imponer la idea
de que las vacunas son altamente positivas y se da por
hecho que es el único modo de frenar la pandemia para
que podamos volver a la “normalidad”. También se supone que toda la población mundial va a estar deseosa
de vacunarse. No se admiten dudas razonables respecto a la inyección, todos debemos vacunarnos. Una
frase que circula por la calle refiriéndose a alguna persona de forma un tanto despectiva, que no acata las
normas, lo dice todo: “Está sin vacunar”.
Extracto del libro: Matrix distópica. La verdad es políticamente incorrecta.